<|endoftext|>o había dicho a Erskine en mi carta cosas muy injustas y amargas, decidí ir a verle en seguida y disculparme ante él por mi comportamiento. Así, a la mañana siguiente me dirigí a Birdcage Walk, y encontré a Erskine sentado en su biblioteca, con el falso retrato de Willie Hughes delante de él.
—¡Mi querido Erskine! —exclamé—, he venido a pedirte disculpas.
—¿A pedirme disculpas? —dijo—. ¿Por qué?
—Por mi carta —repliqué.
—No tienes por qué lamentar nada de tu carta —dijo—. Al contrario, me has hecho el mayor favor que podías hacerme; me has demostrado que la teoría de Cyril Graham es perfectamente sólida.
—¿No me estarás diciendo que crees en Willie Hughes? —exclamé.
—¿Por qué no? —replicó—. Tú me has demostrado la cuestión. ¿Crees que no sé estimar el valor de la evidencia?
—Pero no hay ninguna evidencia en absoluto —gemí, desplomándome en un asiento—. Cuando te escribí, estaba bajo la influencia de un entusiasmo completamente iluso. Me había dejado conmover por la historia de la muerte de Cyril Graham, fascinar por su romántica teoría, cautivar por la maravilla y la novedad de toda la idea. Ahora veo que la teoría se basa en un engaño. La única evidencia de la existencia de Willie Hughes es este cuadro que tienes ante ti, y el retrato es una falsificación. No te dejes llevar por puro sentimiento en este asunto. Cualquiera que sea lo que tenga que decir la invención respecto a la teoría de Willie Hughes, la razón queda fuera de juego frente a ella.
—No te entiendo —dijo Erskine, mirándome con asombro—. ¡Cómo!, tú mismo me has convencido con tu carta de que Willie Hughes es una absoluta realidad. ¿Por qué has cambiado de opinión? ¿O es que todo lo que has estado diciéndome es simplemente una broma?
—No podría explicártelo —repliqué—, pero ahora me doy cuenta de que no hay nada que decir en favor de la interpretación de Cyril Graham. Los _Sonetos_ están dirigidos a lord Pembroke. ¡Por amor del cielo!, no malgastes el tiempo en un intento insensato de descubrir a un joven actor isabelino que nunca existió y de hacer de un títere fantasma el centro del gran ciclo de los _Sonetos_ de Shakespeare.
—Ya veo que no comprendes la teoría —replicó.
—Mi querido Erskine —exclamé—, ¿que no la entiendo? ¿Cómo?, si me da la sensación de que la he inventado yo. Ciertamente, mi carta te demuestra que no sólo me metí en todo el asunto, sino que presenté toda clase de pruebas. El único fallo de la teoría es que da por supuesta la existencia de la persona cuya existencia es el tema de la argumentación. Si admitimos que hubo en la compañía de Shakespeare un joven actor con el nombre de Willie Hughes, no es difícil hacer de él el objeto de los _Sonetos_ ; pero como sabemos que no hubo ningún actor con ese nombre en la compañía del teatro del Globo, es vano llevar la investigación más adelante.
—Pero eso es exactamente lo que no sabemos —dijo Erskine—. Es muy cierto que su nombre no figura en la lista que se da en la primera edición infolio; pero, como Cyril señaló, eso es una prueba más bien a favor de la existencia de Willie Hughes que en contra suya, si recordamos su traicionera deserción